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El centrista

Writer's picture: Leo EliseoLeo Eliseo

En un mundo fracturado por los extremos, donde las voces más fuertes son aquellas que gritan desde las trincheras ideológicas, el centrista se convierte en un puente olvidado. Es una figura que camina con cautela entre dos abismos: el dogmatismo ciego de la izquierda y la intransigencia férrea de la derecha. En su esencia, no es un tibio observador ni un espectador pasivo; es un estratega, un mediador y, sobre todo, un arquitecto de soluciones.


El centrista no busca la medianía por comodidad, sino por convicción. Reconoce que los extremos, aunque necesarios para cuestionar el statu quo, rara vez ofrecen soluciones sostenibles. La polarización divide y estanca, mientras que el equilibrio construye y avanza. Para el centrista, el pragmatismo no es un escape de las ideologías, sino un acto de resistencia ante el caos. Es una lucha por rescatar la sensatez en un escenario donde el ruido de las pasiones ahoga la razón.


Sin embargo, su misión no es fácil. El centrista enfrenta críticas de ambos bandos: los radicales lo acusan de carecer de principios, y los oportunistas lo perciben como una amenaza al juego de intereses que alimenta el sistema actual. Pero el centrista sabe que su fuerza reside precisamente en su capacidad para escuchar, analizar y actuar sin prejuicios. Es consciente de que no todos los problemas pueden resolverse con la misma receta y que, a veces, el cambio más revolucionario es también el más razonable.


En Puerto Rico, un país agotado por el bipartidismo y el éxodo, el centrista podría ser la chispa necesaria para encender una nueva etapa política. En lugar de perpetuar el ciclo de promesas rotas y discursos polarizantes, el centrista propone un modelo de gobierno que reconozca la dignidad de cada ciudadano, fomente el diálogo y promueva soluciones realistas para los problemas más urgentes.


El centrista no es un símbolo de conformismo; es un faro de esperanza para quienes aún creen en la capacidad del ser humano para trascender sus diferencias. No busca agradar a todos, pero tampoco busca dividir. Su única bandera es la de la acción consciente, la del progreso medido y la de una justicia que no se incline ante las presiones de los extremos.


En un mundo donde todo parece estar en blanco y negro, el centrista se atreve a colorear en tonos intermedios, demostrando que la moderación no es debilidad, sino la mayor muestra de fortaleza. Porque en el centro no hay quietud; hay movimiento constante hacia el futuro.

 
 
 

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