Nos robaron todo: nuestros dorados ríos, nuestra bioluminiscencia, nuestra paz y prosperidad. Vinieron a cometer crímenes y extracciones, a nombre de todo lo que representa progreso para algunos, y miseria para la mayoría. Vinieron cruzando mares y junglas para imponer sus propios valores, y nadie sonó la campana. Nos educaron tanto en estos ideales, que sé nos olvidó nuestros ideales instintivos, como el ejercicio de libre albedrío, soberanía, y el ocio. Ahora solo queda en duda de pocos lectores la posibilidad de autosuficiencia intelectual sin las necesidades de gobierno como mediador social. Nos enseñaron el significado de la palabra democracia, para en nombre de ella formar una plutocracia alrededor del bloque electoral más impresionable de la isla. Formaron el circo, pero se olvidaron del pan.
Con esta narrativa eterna nos roban hasta el propósito de la vida, poniéndonos en posición de constante caza como a nuestros ancestros prehistóricos, obligándonos a vivir cheque a cheque, ocupando nuestras mentes con cómo llevar a la mesa el pan de ayer, hoy y mañana. Nos regalan sal para ver cómo la rendimos mejor. ¿Cómo nos conformamos con tan poco para algo que representa tanto? La antigua Roma cubría estos temas con grandes sistemas de bienestar público. Pan para cientos de miles de personas. Zero ataduras. Suficientes para quitar una gran preocupación de la vida del Romano menos afortunado. Suficiente para quitar de las garras del prejuicio a una multitud, o hasta de un país.
Comments