La probabilidad de encontrar vida alienígena, contrario a lo que el pensamiento popular dicta, no radica tanto en que dos civilizaciones coincidan en el mismo rincón físico del universo, sino en que ambas logren existir al mismo tiempo.
El universo tiene billones de años de historia y, si bien su inmensidad espacial parece ser el principal obstáculo, la verdadera barrera es el tiempo. Cada estrella, cada planeta, y cada forma de vida que pueda emerger en ellos, es una chispa fugaz en el océano de la eternidad.
Tal vez nuestra búsqueda de vida más allá refleja, en el fondo, nuestra propia búsqueda de trascendencia. Si el universo es tan vasto y antiguo, y si la vida es tan posible como creemos, ¿dónde están esas grandes civilizaciones intergalácticas que deberían haber dejado huellas?
O más aterrador aún: ¿No queda nada de ellos? ¿Quedará evidencia de nosotros millones de años en el futuro? No somos los primeros aquí, pero quizá seamos los únicos aquí, vivos y conscientes, ahora mismo.
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